Observo un creciente riesgo de asociar acción climática con ideología política. El cambio climático es una realidad científicamente probada que nos afecta a todos. Convertir lo racional en emocional tendría un enorme coste de oportunidad para nuestro mundo.
La actitud y la actuación de las empresas y las ciudades serán determinantes para obviar este improductivo debate. El punto de partida de unas y otras para impulsar la Sostenibilidad del planeta es contar con planes robustos para alcanzar la neutralidad climática en 2050 como muy tarde. Sin embargo, esto no es suficiente.
El punto de llegada de las empresas sería combinar beneficio económico, medioambiental y social, es decir, cuanto más opera la empresa más impacto positivo genera. Esto requiere liderazgos activistas, nuevos modelos de negocio y culturas respetuosas con las personas. No resulta difícil distinguir las empresas genuinamente sostenibles de las que no lo son.
El punto de llegada de las ciudades sería proyectar la descarbonización como eje estratégico, involucrando a todos los agentes urbanos en el reto. En este escenario, todos los partidos políticos priorizarían la Sostenibilidad en sus programas electorales y pondrían a un lado sus diferencias para consensuar planes climáticos locales a medio y largo plazo.
En cualquier caso, somos los ciudadanos, en nuestra condición de inversores, votantes, clientes o usuarios, los que en última instancia tenemos el poder y la responsabilidad de dar a la acción climática el protagonismo que objetivamente merece.