Es práctica habitual de las empresas que aspiran a ser climáticamente neutras compensar las emisiones que no pueden reducir por sus medios con otras evitadas o eliminadas por proyectos externos climáticamente positivos, como los que impulsan la reforestación o la captura de carbono. Esta compensación se articula comprando créditos de carbono generados por estos proyectos, que son viables gracias a los ingresos procedentes de la propia venta de créditos.
El mercado voluntario de créditos de carbono está en alza: superó los 2.000 millones de dólares en 2021 y se prevé que aumente su tamaño en más de 10 veces en 2030. Los proyectos de soluciones basadas en la naturaleza y de energías renovables concentran actualmente un 90% de la inversión total.
Sin embargo, la credibilidad de la compensación como instrumento de acción climática está en entredicho: ¿impulsa el greenwashing o la Sostenibilidad genuina? Destaco dos razones que motivan este cuestionamiento:
- Hay empresas que están abusando del uso de estos créditos, compensando con ellos emisiones cuya reducción podrían gestionar directamente.
- La calidad de los proyectos es muy heterogénea y no hay un marco objetivo de precios de los créditos consistente con el impacto de cada proyecto.
En paralelo a una necesaria estructuración y regulación de este mercado a escala global, este contexto supone una gran oportunidad para las empresas que contemplen los proyectos «compensatorios» no de forma transaccional, como meros suministradores de créditos, sino estratégica, como aceleradores de ventajas competitivas y crecimiento. Por ejemplo:
- Estos proyectos pueden aportar inteligencia diferencial para entrar en negocios adyacentes o crecer en nuevas geografías. Este puede ser el caso de proyectos regenerativos de la biodiversidad para empresas de sectores como el agroalimentario, servicios medioambientales o biomateriales.
- Factorizar los créditos de carbono en los proyectos de innovación de las empresas puede habilitar muchos de ellos que no serían rentables por sí mismos. Este enfoque impulsaría, por ejemplo, el desarrollo de nuevas soluciones circulares.
Una mayor involucración de las empresas en el diseño, financiación y ejecución de los proyectos climáticamente positivos mejoraría sustancialmente su calidad y transparencia, facilitando la conexión con la comunidad inversora. Las empresas con esta mentalidad multiplicarán su impacto positivo, actuando como impulsoras de un ecosistema de emprendimiento sostenible.