La Economía Circular es un “metaverso” con atractivas oportunidades de negocio al que solo accederán las organizaciones estratégicamente inquietas y creativas. Si trascendemos la dimensión normativa de la legislación en materia de residuos, descubriremos nuevos modelos de negocio de los que ningún sector tradicional es dueño natural.
Es cierto que las prácticas circulares no son en sí una novedad. El reciclado de materiales, impulsado por la eficiencia, la regulación y la descarbonización, forma parte de las operaciones de muchas empresas industriales y de consumo. Por otro lado, separar los residuos domésticos en fracciones forma parte de nuestra vida cotidiana.
Pero practicar la Economía Circular es mucho más que reciclar. Pensar y actuar circularmente responde a una forma particular de ver el mundo como un conjunto de recursos finitos que hay que optimizar a través de fórmulas como el diseño sostenible, el consumo responsable, la reutilización o la regeneración. Estos conceptos están ya inventados, lo transformador es considerarlos prioritarios frente al depósito de residuos, la última opción.
Observo que las empresas adelantadas a su tiempo están encontrando caminos innovadores para aprovechar los nuevos vientos circulares, como por ejemplo:
- Tomando posiciones estratégicas en las nuevas soluciones y cadenas de valor fomentadas por la regulación.
- Colaborando con socios medioambientales para reducir sus residuos y compartir los beneficios de una mayor valorización de sus recursos.
- Promoviendo ecosistemas que conectan la oferta y la demanda de productos reutilizables.
- Adoptando sistemas de gestión, en solitario o en colaboración con otras organizaciones, para maximizar la utilización y la vida útil de sus activos.
- Incorporando la empleabilidad en la etapa sénior de sus colaboradores como uno de los criterios para diseñar y desarrollar sus carreras profesionales.
Integrar eficazmente los principios de la Economía Circular en la estrategia y las operaciones de las empresas tiene mucho de actitud, responsabilidad y sentido común. La sociedad civil aporta las claves y la tecnología las convierte en soluciones.