Observo un riesgo de que la Sostenibilidad traspase la fina línea que separa la transparencia de la burocracia. En un reciente artículo sobre los futuros requerimientos de información ESG para las empresas conté hasta 11 siglas de distintos organismos y normativas.
El desarrollo de taxonomías y otros marcos legislativos ESG se está llevando a cabo principalmente a escala regional, como es el caso de la Unión Europea. Por otro lado, múltiples organizaciones y foros están trabajando de forma individual en el diseño de herramientas como los créditos de carbono o la medición de impacto.
La convergencia de esta diversidad de políticas y criterios es inevitable, aunque será progresiva y, en muchos casos, se quedará en convivencia sin llegar a la integración.
El reto para las empresas es, por tanto, compatibilizar el desarrollo de su negocio con unos requerimientos normativos ESG cada vez más exigentes.
Este reto es especialmente relevante para las empresas de tamaño intermedio (ETIs) y las pymes, muy pragmáticas y con fibra sostenible de serie. En la Unión Europea estas empresas, en función de su tamaño, pueden tener que reportar información en materia de sostenibilidad a partir de 2025. En mi opinión, dos líneas de actuación pueden traducir esta necesidad en oportunidad para estas empresas:
- Desarrollar inteligencia sobre el ecosistema ESG en términos de regulación, metodologías y agentes. Esto ayudará a construir con antelación criterio propio sobre cómo y con quién construir este camino.
- Utilizar esta inteligencia ESG para verbalizar y potenciar el componente sostenible del modelo de negocio. Por ejemplo, los sectores en transformación por la transición energética y la economía circular y las startups descarbonizadoras son una fuente valiosa y muy accesible de inspiración y colaboración.
Cumplir con el marco normativo ESG será un proceso natural de enriquecimiento estratégico y operativo para las empresas genuinamente Sostenibles, un requerimiento formal más para el resto.