Integrar eficazmente el factor ESG es uno de los mayores retos organizativos para empresas e inversores, con independencia de su tamaño. Acometerlo con éxito requiere un nuevo enfoque: la función de Sostenibilidad no es una evolución de la RSC o de la gestión de la información no financiera, está en otro plano, lo cubre todo. No hay una receta organizativa única; habilitar equipos y presupuestos es un punto de partida, no el de llegada.
Contamos con la referencia reciente de la puesta en práctica de otras funciones, como las de Estrategia e Innovación, que comparten con la de Sostenibilidad su razón de ser: “mover la aguja”, marcar una diferencia en el valor de la compañía. La experiencia nos dice que las áreas con alto impacto tienen claves comunes:
- Apoyo genuino, explícito y continuo del CEO.
- Atribuciones que les permiten contribuir decisivamente al desarrollo estratégico.
- Equipos que hablan con fluidez los idiomas ESG y Negocio y son un ejemplo de integridad, empatía y colaboración.
- Demostración día a día del valor añadido de la función, medido de forma tangible en términos de triple impacto económico, medioambiental y social.
- Excelente inteligencia de mercado con el apoyo de un ecosistema de socios y soluciones.
Una corriente de opinión dice que una empresa que tenga totalmente integrado el factor ESG en su modelo de negocio, cultura y gestión no necesita una función específica en este ámbito. Comparto esta visión, aunque hasta que llegue ese momento resulta inevitable una etapa de transición, que será más corta cuanto mayor sea la eficacia de las soluciones organizativas de empresas e inversores para potenciar su Sostenibilidad.